COLECCIONES:

El libro del reloj de arena

PASCAL QUIGNARD 
El nombre en la punta de la lengua

ISBN: 978-84-95897-38-5
Año: 2006
Páginas: 80
Formato: 149 x 220 mm
Precio con IVA: 12  €

Libros del último hombre, 16

Traducción:
Antonia Barreda

PASCAL QUIGNARD SOBRE SÍ MISMO:

Nací en Normandía, en Verneuil-sur-Avre, el 23 de Abril de 1948. Mis padres eran profesores de lenguas clásicas. Era el tercero de cuatro hijos. Mi padre pertenecía a una familia de organistas que ejercieron durante tres siglos en Baviera, en el Wurtemberg, en Alsacia, en Anjou., en Versalles y en Estados Unidos. Mi madre descendía de una familia de profesores de la Sorbona y había pasado su infancia en Boston. Pasé mis primeros años en el puerto devastado de Le Havre, entre las ruinas, las ratas y los edificios que se reconstruían. Mis clases de primaria fueron en una barraca de madera que tenía en medio una estufa de carbón hecha de hojalata que despedía un olor horrible.

Terminé mis estudios secundarios en el liceo de Sèvres.

Obtengo mi licenciatura de filosofía en la Universidad de NaNterre. Mis profesores son Emmanuel Levinas y Paul Ricœur. Mi primer libro, un ensayo acerca de la Délie de Maurice Scève fue aceptado por Gallimard en 1968 por Louis-René des Forêts, que me arrastro enseguida a la aventura de la revista L'Éphemère, donde trabo amistad con Michel Leiris, Paul Celan, André de Bouchet, Gaétan Picon, Henri Michaux y sobre todo Pierre Klossowski. Dos años después viene a unirse a nosotros en L'Éphemère Emmanuel Levinas y ahí publica a su vez.

Comencé a leer profesionalmente para las Ediciones Gallimard en el mes de julio de 1969. En 1976 entro en el comité de lectura. En 1989 Antoine Gallimard me nombra para el comité de dirección. En 1990 me convierto en secretario general de las Ediciones.
Paralelamente a mi trabajo de lector durante esos años he hecho pequeños trabajos de erudición y de establecimiento de texto en la Biblioteca Nacional (las obras completas de Maurice Scève, las obras en prosa de Dom Deschamps, los grandes poemas de Guy Le Fèvre de La Boderie), traducciones del griego (Lycophron, Damascio), del chino (Kong-souen Long), del latín (Porcius Latro, Albicius Silus). Enseño en la Universidad de Vincennes (Edad media y Renacimiento) de 1971 a 1974. Enseño en la École Pratique de Hautes Études (Orígenes de la novela antigua) de 1988 a 1990.

Músico aficionado (organista, violoncelista), en 1988 me convierto en consejero del Centro de Música Barroca; en 1991 presidente del Concierto de las Naciones que preside Jordi Savall; en 1992 con François Miterrand fundo el Festival de Ópera y Teatro Barrocos del palacio de Versalles.

En 1992 dejo la prensa y los jurados literarios. En 1993 dimito de la presidencia del Concierto de las Naciones. A finales de 1994 disuelvo el Festival de Ópera Barroca de Versalles y a últimos de abril dimito de las Ediciones Gallimard.

Desde abril de 1994 no hago sino leer y escribir.

Pascal Quignard

 
VOCES DE LA CRÍTICA:

En dos ocasiones durante su infancia, Pascal Quignard se ensimismó en un estado autista. Ese refugio interior, como una impronta, forjaría su carácter retraído y parco en palabras. Ahora, en su madurez, parece que se halle inmerso de nuevo en una peculiar forma de autismo: la proliferación de sus escritos deberíamos entenderla como la erupción —súbita, fogosa, ineluctable— de todos sus pensamientos contenidos y en ebullición dentro de sí. Sus textos son la expresión de un mutismo que arranca a hablar; que necesita -para no volverse loco- testimoniar sobre sus obsesiones emotivas; sus asombros o estupefacciones; su dolor íntimo y sus desgarros existenciales; que precisa exorcizar las palabras que nombran y dan sentido al mundo.

La lectura de los textos de Quignard me fascina: su lógica de pensamiento, la armonía desordenada de su exposición, la coherencia en su fragmentación; el sufrimiento inmanente que comunica… Su escritura es ascética, sobria, contenida; aunque en ocasiones se desborda con vehemencia para precisar lo inefable: los trazos del silencio, el vértigo de Eros, la seducción que suscita el abismo, el extravío en que los sueños nos sumen, la incertidumbre que establecen los puntos de fuga en la significación del lenguaje…

En ocasiones, se advierte en su escritura su dificultad para expresar lo indecible, para deslindar la frontera entre lo que pertenece a la palabra o al silencio… Incluso cuestiona la propia palabra y su escritura pues, según afirma, en la mayor parte de la vida humana -en la infancia, la senectud y los sueños- el lenguaje se ignora. Ergo: el lenguaje es in-humano. Sus textos son viscerales: un vaciado, una efusión compulsiva de sus prolijas lecturas y de sus conocimientos sedimentados, un preguntarse a sí mismo a través de un hipotético lector: "He escrito porque es la única manera de hablar callando".

Alberto Hernando

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