Por un
instante se nos concede la oportunidad de conocer en el
momento en que entra en la muerte este mundo que nunca pareció
revelamos una insostenible presencia sino para sustraernos su
sentido. Conoceremos ese sentido de una manera fugaz, y su
afirmación no estará ahí sino para disolverse en un
silencio definitivo. Es una oportunidad, sin embargo, de
responder a esta invitación: esta oportunidad es
decepcionante, es verdad, pero si lo es, tal vez hemos
esperado innumerables siglos una apoteosis tan humana, un
acabamiento tan sublime y tan perfecto. Se trata siempre de
una apoteosis, donde los ojos sin duda se abrirán demasiado
tarde ante la última revelación, de modo que merece al menos
la débil excitación que experimento. No puedo esperar
disfrutar de ello, ni siquiera sabré si no convierto en un
espectáculo maravilloso un acontecimiento cuyo carácter es
justamente no anunciar ya nada maravilloso. El día en que lo
que espero se verá, tal vez todos los ojos estén cerrados,
como inevitablemente los ojos de los verdugos dignos de ese
nombre son ciegos a la muerte. Pero aún es tiempo, y puedo,
saliendo de nuestros hábitos de pensamiento, concederme por
anticipado el espectáculo que nunca mirarán más que unos
ojos cerrados, pero que todavía veo, y que delante de mis
ojos desorbitados es tan maravilloso como angustioso.
Georges Bataille